La VIII
Semana de la Memoria Histórica y los Derechos Humanos, se ha clausurado este
año con más atención de público, si cabe, que en años anteriores. A ello ha
contribuido la entrega de los restos hallados en la fosa de Barcones a los
familiares, en un acto envuelto en el sentimiento más profundo, reservado
durante muchos años para el día en que, si no Justicia, al menos tuvieran con
ellos los restos de sus familiares y un lugar donde llevarles flores. Ya no
llorarles más, porque lo han hecho durante mucho tiempo.
Durante
varios días, en la Sala de Exposiciones del Palacio de la Audiencia, se ha
podido visitar una exposición fotográfica centrada en la búsqueda de esa fosa
de Barcones, organizada por Julián de la Mata y Susana Soria, donde han podido
verse fotos verdaderamente impresionantes de todas aquellas jornadas.
La Semana
ha estado dedicada a la activista Giulia Tamayo, peruana, fallecida a los 55
años a causa de la única batalla a la que no ha podido ganarle, un cáncer. Ella
sacó a la luz la esterilización obligada de mujeres indígenas en Perú, durante
el gobierno del corrupto Fujimori.
Quiero
destacar un día de esta semana. No porque el resto no sea destacable, que lo
es, si no porque quedé, junto con muchos de los asistentes, profundamente
consternada por lo que allí se estaba narrando. Se trató de la intervención de
Ángela Fernández, a quien debía acompañar Alicia García, pero a causa de una
indisposición no le fue posible asistir.
Se habló
esa tarde de unos centros denominados Preventorios, dependientes del entramado
de Auxilio Social (que dirigía la viuda de Onésimo Redondo, Mercedes
Sanz-Bachiller Izquierdo), a la vez dependiente de la Sección Femenina de la
Falange. Concretamente, Ángela Fernández habló del de Guadarrama, donde ella y
Alicia pasaron un tiempo.
En esos
centros en teoría, y explicando el nombre, se trataba de prevenir la
tuberculosis, aunque los niños y niñas que ingresaban en ellos estuvieran sanos
a la hora de ingresar, y enfermos cuando les eran entregados a sus padres.
En
esos centros ingresaban niños de izquierdas, de padres y madres derrotados,
pobres por tanto, manejables, “culpables por estar y por ser”, según palabras
de Ángela. Y allí eran sometidos a todo tipo de humillaciones, pasaron frío,
ese frío que cala para siempre, insultos, golpes, comida infecta, lo que hace
preguntarse ¿dónde iba el dinero que Franco dio a manos llenas para estas
organizaciones?
Catorce
mujeres se han presentado a la querella Argentina. Muchas, como Ángela y
Alicia, recordarán para toda su vida los meses vividos allí. Unos centros que
funcionaron a lo largo de treinta años (1945-1975) y que, entre otros motivos
para su fundación estaba, sin que en la actualidad nos quede ninguna duda, el
de adoctrinar a los hijos de los rojos.
1 comentario:
Todavía hay quien quiere que estas cosas no se sepan hoy día. No se puede olvidar lo que no se ha conocido. Y el conocerlas, no hace daño a nadie que tenga la conciencia limpia.
Publicar un comentario